César López
Culiacán, Sinaloa.- Una visita sin contratiempos, tranquila, de atenciones y muchos apapachos, así fue la gira de Andrés Manuel López Obrador a Culiacán, Sinaloa, donde acudió a inaugurar la base operativa de la Guardia Nacional.
Antes de su llegada al Aeropuerto Internacional de Culiacán, maestros, habitantes de Mocorito, políticos y madres con hijos desaparecidos esperaban el arribo del popular “Peje”.
Los manifestantes, que no eran muchos, instalaron dos filtros a la salida de la terminal aérea donde la camioneta negra en la que viajaba López Obrador se detuvo por no más de 15 minutos, y sin abrir la ventana, el mandatario saludó a los inconformes y sus elementos de ayudantía recogieron las peticiones, mientras que el Presidente leía detenidamente las pancartas, que se abrieron ante la atención del jefe del ejecutivo federal, que iba acompañado por el Gobernador, Quirino Ordaz Coppel.
Llega a la base de la Guardia Nacional sin contratiempos
A su arribo a las instalaciones del Complejo de Seguridad Estatal, en Aguaruto, las cosas no cambiaron, López Obrador que portaba una camisa blanca, saludo atentamente a un grupo de morenistas que coreaban la frase: “Es un honor estar con Obrador”.
Anuncia vacunas para maestros y el retorno a las escuelas
Después se internó a la nueva base de la Guardia Nacional, ahí se colocó en el templete, anunció que esta era la primera de 8 que abriría en el país, además le aseguró al Gobernador, Quirino Ordaz Coppel, que llegarían vacunas contra Covid-19 suficientes, para vacunar a los maestros de Sinaloa, a fin de que antes de culminar el ciclo escolar, los alumnos vuelvan a las aulas con todas las medidas de sanidad.
Tras los discursos, ambos mandatarios dieron un recorrido por la base militar, después, abordaron las unidades de color negro que los llevaron hasta la salida del complejo estatal.
Y con la tranquilidad que llegó, se despide de Culiacán
Ahí fue abordado por un grupo de agricultores provenientes de Angostura, así como una madre de familia que busca sacar a su hijo de un penal de Jalisco, el primer mandatario de la República, como acostumbra los saludo y atendió con los vidrios arriba al pueblo bueno, a quienes dejó con un buen sabor de boca, al asegurarles que todas sus peticiones serían atendidas.
Instantes después, el convoy con escasa vigilancia abandonó el lugar, entre gritos, aplausos y algunas consignas, que se perdían entre las porras que despidieron al Presidente de Culiacán…