El explorador de National Geographic Dan Buettner, creador del concepto de las “Zonas Azules”, sostiene que la longevidad no es una cuestión de disciplina personal, sino de entorno social y ambiental. Según su investigación, las comunidades con mayor número de centenarios —como Okinawa (Japón), Cerdeña (Italia), Nicoya (Costa Rica), Ikaria (Grecia) y Loma Linda (EE.UU.)— comparten un mismo secreto: han construido entornos donde las decisiones saludables ocurren de forma natural. “No es cuestión de cambiar tu comportamiento a la fuerza”, explica. “Lo que realmente sirve es transformar el contexto en el que vives para que cada decisión saludable ocurra casi sin pensarlo.”
Buettner descubrió que los habitantes de estas regiones no buscan activamente la salud, sino que la viven como una consecuencia de su estilo de vida. Sus ciudades son caminables, las comidas se basan en alimentos vegetales y las relaciones sociales son profundas y constantes. El propio Buettner adopta estos principios en su día a día: cocina recetas sencillas de origen vegetal, mantiene amistades positivas y vive en un vecindario que promueve la actividad física. “He dejado de lado a las personas que no suman bienestar y he priorizado a aquellas que sí. Es una decisión consciente que cambia tu salud”, confiesa.
En su reciente serie de entrevistas Ask a Nat Geo Expert Anything, Buettner insiste en que la salud es un proyecto colectivo, no individual. Afirma que las comunidades más longevas son aquellas donde los buenos hábitos se contagian, desde el cuidado de los mayores hasta la participación activa en la vida vecinal. “Cuando mantienes a los abuelos cerca, no solo prolongas su vida: también haces que los niños crezcan más fuertes y conectados”, señala. Para él, el afecto intergeneracional es uno de los pilares invisibles de la longevidad.
El investigador también critica el modelo de vida moderno, donde el entorno urbano suele jugar en contra del bienestar. “Construimos ciudades para coches, no para personas. Protegemos industrias, no a los ciudadanos. Y eso lo pagamos con enfermedades y años de vida perdidos”, denuncia. En contraste, las zonas azules se caracterizan por un entorno diseñado para moverse, comer sano y convivir, lo que reduce enfermedades y mejora la calidad de vida.
Según Buettner, la genética explica solo un 20% de la longevidad, mientras que el 80% restante depende de factores modificables. La Organización Mundial de la Salud respalda esta visión: hasta el 80% de las enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y accidentes cerebrovasculares son prevenibles. En las zonas azules, la actividad física ligera y constante fortalece los huesos, el clima favorece la producción de vitamina D y las políticas públicas aseguran el acceso universal a vacunas y atención médica.
En cuanto a la alimentación, los estudios recopilados por Buettner revelan que entre el 90% y el 100% de los alimentos consumidos son de origen vegetal: legumbres, granos, verduras y frutas son la base. Su nuevo libro incluye recetas tradicionales cocinadas al fuego, muchas inspiradas en pueblos latinoamericanos. “Puedes ponerle chicharrones si quieres”, bromea, “pero la base debe ser vegetal, económica y deliciosa”.
Aunque algunos investigadores han cuestionado la precisión de los registros de edad y las metodologías de las “zonas azules”, los principios de vida que promueven siguen respaldados por la ciencia. Comer de forma natural, cenar temprano, moverse cada día y mantener una red social sólida siguen siendo, según Buettner, las claves más seguras para vivir no solo más años, sino mejores años.






















