La creciente del río Cazones dejó a Poza Rica, Veracruz, sumida en una devastación total. La ciudad que alguna vez fue símbolo del progreso petrolero mexicano hoy está cubierta de fango, escombros, muebles hinchados, cadáveres de animales y manchas de crudo. Las calles están destruidas, los hogares en ruinas y el olor a podredumbre y gasolina domina el ambiente, reflejando la magnitud de la tragedia.
Vecinos como Gilberta Ortega relatan que el agua subió al segundo piso en menos de una hora, arrasando con todo a su paso. “Sólo se oían gritos de auxilio”, recuerda, desde un improvisado dormitorio frente a lo que fue su casa. A sus 71 años, duerme al aire libre junto con su familia, protegida apenas por plásticos, mientras teme los robos y los riesgos sanitarios. “No hay luz, no hay agua, y lo poco que quedó lo están saqueando”, lamenta.
El panorama se repite en colonias como 27 de Septiembre, Floresta, Palma Sola, Las Granjas y Ampliación Morelos, donde las familias siguen esperando apoyo. Habitantes como Nidia Salinas aseguran que las autoridades solo acudieron brevemente después del desbordamiento. “Vinieron la gobernadora y la presidenta, jalaron un poco de lodo, y cuando se fueron, los soldados también. Nos quedamos solos, pero entre vecinos no nos falta solidaridad”, comenta.
Antiguos trabajadores de Pemex recuerdan cómo la empresa y el gobierno antes protegían a la ciudad ante cualquier desastre. Santiago Martínez, jubilado de la petrolera, lamenta el abandono actual. “Antes nos venían a ayudar. Hoy esperamos al menos una pala, un camión, algo. Ya el lodo tiene desechos, excremento y pronto habrá enfermedades”, dice mientras limpia su calle.
En otras zonas, como la colonia Benito Juárez, vecinos muestran imágenes de cuerpos flotando en el agua. “El gobierno solo vino a sacarlos, tomarse fotos y se fue”, denuncia Ismael Cabrera. A su vez, en Palma Sola, Javier Garduño, de 76 años, enfrenta la contaminación con crudo dentro de su casa. “Nos arde la garganta, el lodo tiene gasolina y aceites. Nadie ha venido a revisar si estamos respirando algo tóxico”, asegura.
La situación sanitaria es crítica: el fango mezclado con combustible, excremento y residuos de descomposición amenaza con provocar enfermedades. Las calles están cubiertas de ramas, cables rotos y basura, mientras los habitantes limpian con sus propias manos ante la ausencia de apoyo gubernamental.
Ante el abandono, los damnificados preparan una demanda colectiva contra los gobiernos estatal y federal. Exigen atención médica, limpieza ambiental y ayuda para reconstruir sus viviendas. “Nos dejaron solos, a la ciudad que tanto les dio con su petróleo”, resume con tristeza Santiago, quien, como muchos en Poza Rica, siente que su historia de esplendor se hundió junto con el río.






















