Bernardo Hurtado

Culiacán, Sinaloa.- Los negocios familiares son parte de incontables historias presentes tanto en ficción como en la realidad, aunque en la realidad, se puede llegar a ser más impresionante que en la fantasía.

Entre Juarez y Granados, es donde se encuentra la carreta de mariscos de José González, quien desde 1960, al momento en que terminó la primaria, inició a trabajar con el jefe, su padre, en la venta de alimentos del mar.

“Osea que esta carretita la tenía mi jefe, mi apá, falleció y me la dejó a mí, a los 10 años que falleció él, a los 10 años que estuvo él aquí le entré yo. Salí de la primaria y me dijo mi jefa: a trabajar. Y desde ese momento ya, y aquí en este mismo pedacito estamos”.

Con el paso del tiempo e iniciando su rutina desde la noche previa con la preparación de los camarones por parte de su esposa, José madruga diariamente desde las 4 de la mañana hasta la 6 rumbo a instalar las mesas, bancas, anuncios y parrillas, disfrutándolo.

“La madrugada la disfruto, digo, me conviene disfrutarla porque lo hago así con ganas pues, porque me gusta vender marisco, me gusta prepararlo, y eso es temprano pues, ahí de las 4-5 ya esta uno pa’ arriba”.

Con el paso de los años, José ha podido declarar con la magnitud de su negocio es fácil poder llevar las riendas del mismo, sin embargo, de ser más grande comparte sí sería complicado la preparación de los productos que tienen a la venta, tales como camarón, pulpo, callo, ostion y pata de mula.

“Callito de lobina, callito de hacha, a veces hay callito perla, que es otro callito pero ese se da en concha, en una conchita que le dicen concha perla, por su nombre callo de perla, y así le decimos: el callito”.

Además de la preparación de todos estos callos y mariscos que reflejan más allá de la vida cotidiana, la vida del mar, José González disfruta el convivio de siempre, donde llegan los clientes y amigos a conversar, disfrutando hasta el final de la jornada, recordando cuando acompañaba a su papá observando la preparación de aquellos platillos que aquel hombre le enseñó a preparar.

“Él me enseñó a cocinarlos, a prepararlos pues, y él me dijo que de aquí iba a sacar, y sí, gracias a Dios que sí”.

Y es así que Dios decidirá el tiempo que José González permanecerá en la venta marisquera, trabajando cómodamente a sus 74 años de edad hoy en día  invitando a que visiten su carreta y degusten la historia del negocio familiar.

“Pues que los esperamos aquí, osea los 365 años de… Oh perdón, 365 días del año los esperamos aquí en mariscos Cheto en Juárez y Granados aquí estamos para servirle a las personas”.

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