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El significado del Día de Muertos y las claves para preparar una ofrenda con respeto y tradición”

por | Oct 29, 2025

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El Día de Muertos es una de las celebraciones más representativas de México y fue declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esta festividad honra a los seres queridos que han partido, bajo la creencia de que sus almas regresan temporalmente al mundo de los vivos para convivir con sus familias. Más que una conmemoración, es una expresión de amor, memoria y respeto hacia quienes ya no están.

El calendario tradicional contempla fechas específicas para recibir a distintos tipos de almas. El 28 de octubre llegan las almas de los accidentados; el 29, las de los ahogados; el 30, las ánimas olvidadas o sin familiares; el 31, las de los niños no bautizados; el 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, dedicado a los niños fallecidos; y el 2 de noviembre, el Día de los Fieles Difuntos, reservado para los adultos. Aunque la mayoría coloca su ofrenda el 1 y 2 de noviembre, cada fecha tiene un significado espiritual profundo.

Las ofrendas tienen raíces prehispánicas. Antes de la llegada de los españoles, los pueblos originarios colocaban objetos y alimentos en las tumbas para ayudar a las almas en su viaje al inframundo, guiadas por Mictlantecuhtli, dios de la muerte. Con la llegada de los conquistadores y el catolicismo, estas costumbres se fusionaron con las tradiciones religiosas europeas, dando origen a los altares actuales, una combinación única de fe indígena y cristiana.

Cada altar es distinto, pero hay elementos esenciales que no deben faltar. Entre ellos, agua, para saciar la sed del alma; sal, que purifica; veladoras, para guiar el camino; copal e incienso, que limpian el espacio; flores de cempasúchil, cuyas hojas marcan la ruta; pan de muerto, símbolo del cuerpo y la memoria; y fotografías del difunto, que personalizan la ofrenda. También se incluyen calaveras de azúcar, imágenes religiosas, y en el caso de los niños, flores como alhelí y nube, que representan ternura y pureza.

Los altares pueden tener distintos niveles simbólicos. Los de dos niveles representan el cielo y la tierra; los de tres niveles, el cielo, la tierra y el inframundo; y los de siete niveles simbolizan los pasos que el alma debe atravesar para alcanzar el descanso eterno. Cada escalón y cada elemento cuenta una historia espiritual que refleja el tránsito entre la vida y la muerte.

Sin embargo, existen discrepancias sobre lo que debe colocarse en un altar. La Iglesia católica sostiene que este debe tener un sentido estrictamente espiritual, centrado en la oración y la fe, no en la idea literal de que las almas regresan a comer o beber. Bajo esta visión, los alimentos, dulces o bebidas alcohólicas carecen de valor teológico y deberían sustituirse por símbolos religiosos que inspiren recogimiento y reflexión.

Para la Iglesia, el altar debe enfocarse en honrar el alma del ser querido y pedir por su descanso eterno, sin caer en interpretaciones que otorguen poder o entidad a la muerte. Las velas, los rosarios, las cruces y las imágenes sagradas deben ocupar el lugar principal, recordando que la fe es el puente entre los vivos y los muertos.

Aun así, la mayoría de las familias mexicanas mantiene la tradición popular, combinando los elementos religiosos con las costumbres heredadas de los pueblos prehispánicos. En muchas casas, el altar se convierte en un espacio de reencuentro emocional, donde los aromas, los colores y los objetos evocan los recuerdos compartidos con quienes partieron.

Hoy, el Día de Muertos trasciende fronteras. Aunque su origen es mexicano, también se celebra en países como Guatemala, Ecuador, Bolivia y El Salvador, e incluso ha sido adoptado en Estados Unidos y Europa, donde las comunidades migrantes han llevado consigo esta tradición única. Así, cada año, entre velas, flores y pan de muerto, el país entero reafirma su vínculo con la memoria, la identidad y la vida que persiste más allá de la muerte.

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