Durante décadas, las astrocitos fueron vistas como simples ayudantes en el cerebro, células en forma de estrella encargadas de nutrir y sostener a las neuronas. Su función era considerada casi doméstica dentro del sistema nervioso, sin un papel relevante en procesos complejos como la memoria. Sin embargo, un estudio reciente publicado en la revista Nature desafía esta visión y sugiere que estas células gliales no solo participan, sino que podrían ser claves en la formación de recuerdos con alta carga emocional.
La investigación fue liderada por Jun Nagai en el RIKEN Center for Brain Science de Japón. Su equipo descubrió que las astrocitos pueden activarse directamente ante experiencias emocionales repetidas, contribuyendo activamente a la estabilización de recuerdos duraderos. Este hallazgo plantea que las astrocitos no se limitan a acompañar a las neuronas, sino que actúan como “guardianas” de vivencias significativas, participando en el proceso que transforma un recuerdo momentáneo en uno persistente.
El estudio se centró en el fenómeno de la estabilización de la memoria, ese proceso mediante el cual una experiencia efímera se convierte en un recuerdo a largo plazo. Aunque ya se sabía que regiones como el hipocampo y la amígdala registran las huellas de las experiencias, no se comprendía del todo cómo esas señales se consolidan con el tiempo. Para investigarlo, los científicos analizaron la expresión del gen Fos, un indicador de actividad celular, en el cerebro de ratones sometidos a un experimento de condicionamiento al miedo.
Los roedores fueron expuestos a una leve descarga eléctrica en una jaula. Sorprendentemente, fue durante la segunda exposición cuando las astrocitos de la amígdala mostraron una mayor activación, y no durante la primera. Esto sugiere que estas células no reaccionan ante cualquier estímulo, sino que se activan cuando la experiencia emocional se repite, lo que podría indicar que «reconocen» cuándo un recuerdo es lo suficientemente importante como para ser almacenado a largo plazo.
El equipo aplicó además técnicas de transcriptómica para medir cambios en la expresión del ARN y encontró que las astrocitos aumentaban su producción de receptores noradrenérgicos, proteínas que facilitan la comunicación con las neuronas mediante la noradrenalina. Según los investigadores, estas moléculas funcionan como etiquetas que marcan a las astrocitos involucradas en la experiencia emocional, lo que podría explicar su papel en la consolidación de recuerdos intensos.
Este descubrimiento desafía el modelo tradicional que coloca a las neuronas en el centro exclusivo del proceso de memoria. Al introducir la posibilidad de un paradigma “astrocéntrico”, los hallazgos podrían tener un impacto profundo en el estudio de trastornos como el Alzheimer o el estrés postraumático. Manipular la actividad de las astrocitos podría permitir intervenir de forma más precisa y menos invasiva sobre los recuerdos emocionales, abriendo nuevas vías para terapias innovadoras en el campo de la neurociencia.






















