En Alemania, el equilibrio entre eficiencia y bienestar laboral es una realidad comprobada desde hace décadas. El país europeo opera bajo un modelo que prioriza la productividad por hora trabajada, no la cantidad de tiempo en la oficina. La Ley de Horas de Trabajo (ArbZG) establece un máximo de 8 horas diarias y 48 semanales, aunque la mayoría de los empleados labora entre 35 y 40 horas gracias a convenios colectivos. Según la OCDE, el promedio real es de apenas 29.6 horas por semana, una de las cifras más bajas del mundo, pero con una de las productividades más altas de Europa.
Este éxito se debe a un enfoque que combina descanso adecuado, capacitación constante y políticas flexibles. Alemania ha demostrado que una jornada más corta no reduce la productividad, sino que mejora la calidad de vida y el rendimiento. En 2024 incluso se probaron semanas laborales de cuatro días, con resultados positivos: más del 70% de las empresas reportaron mejor desempeño y menor estrés entre sus empleados. Además, los derechos laborales consolidados, como vacaciones de entre 25 y 30 días y descansos diarios de 11 horas, refuerzan la importancia del bienestar en la cultura laboral alemana.
Mientras tanto, México enfrenta un panorama muy distinto. Actualmente, la Ley Federal del Trabajo permite hasta 48 horas semanales, repartidas en seis días, lo que coloca al país entre los que más horas trabajan en el mundo. Sin embargo, la productividad por hora sigue siendo baja. Entre los principales desafíos están la alta informalidad laboral —que supera el 55%—, la cultura del presentismo y la escasa capacitación. En promedio, un trabajador mexicano labora entre 45 y 50 horas semanales, casi el doble que un alemán.
Ante esta situación, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció el 14 de octubre de 2025 un acuerdo con empresarios y sindicatos para reducir gradualmente la jornada laboral a 40 horas semanales. La iniciativa, que será presentada por el secretario del Trabajo Marath Bolaños en noviembre, busca alinear al país con los estándares de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Sheinbaum aseguró que la reducción no implicará una disminución salarial y estará acompañada de un aumento al salario mínimo previsto para enero de 2026.
La reforma plantea una implementación gradual por tipo y tamaño de empresa, con posibilidad de adoptar una semana laboral de cinco días. El gobierno pretende dar tiempo a las micro, pequeñas y medianas empresas para adaptarse sin afectar su operación. Este cambio requerirá modificar el Artículo 123 constitucional y los artículos correspondientes de la Ley Federal del Trabajo.
El consenso alcanzado entre empresarios y sindicatos se logró tras meses de foros organizados por la Secretaría del Trabajo. Entre los acuerdos destacan la creación de reglas diferenciadas por sector, programas de capacitación para mantener la productividad y esquemas flexibles de distribución de horas. Los sindicatos proponen aplicar la reforma en un máximo de dos años, mientras que organismos como Coparmex y el CCE sugieren extender la transición hasta 2030.
En cuanto a su impacto económico, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) y Banamex advierten que una reducción abrupta podría afectar el PIB entre 0.3 y 1 punto porcentual si no se acompaña de inversión en tecnología y formación laboral. No obstante, la evidencia internacional sugiere que trabajar menos puede elevar la productividad y reducir el ausentismo cuando se prioriza la eficiencia organizacional.
La comparación entre ambos países ilustra dos enfoques opuestos: Alemania combina jornadas de 35 a 40 horas semanales con alta productividad y amplios beneficios laborales, mientras que México mantiene jornadas de 45 a 50 horas con bajo rendimiento. La propuesta mexicana de 40 horas busca equilibrar estos factores, manteniendo los sueldos y fomentando un entorno laboral más humano.
El caso alemán demuestra que una jornada más corta no perjudica la economía, sino que fortalece la productividad y el bienestar social. México busca replicar ese modelo con una reforma que valora el tiempo libre, el descanso y la vida familiar. El éxito dependerá de una implementación gradual, del apoyo a las PyMEs y, sobre todo, de un cambio cultural que premie los resultados antes que las largas horas frente al escritorio.






















