Los temores de una catástrofe humanitaria en la ciudad de El Fasher, en la región sudanesa de Darfur, se intensifican tras la toma del control por parte del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). La ONU denunció informes creíbles de ejecuciones sumarias y matanzas masivas, respaldadas por imágenes satelitales de la Universidad de Yale que muestran montones de cadáveres. La ciudad, sitiada durante 18 meses, enfrenta una grave crisis alimentaria con cientos de miles de civiles atrapados y sin acceso a ayuda humanitaria.
Las FAR, que niegan las acusaciones de asesinatos y ataques étnicos, han consolidado el dominio sobre el último bastión militar de Darfur, marcando un punto de inflexión en la guerra civil que azota a Sudán desde abril de 2023. Se estima que 250,000 personas, entre ellas 130,000 niños, quedaron completamente aisladas. Imágenes y testimonios locales indican que las matanzas se extendieron incluso a hospitales y zonas residenciales, donde civiles fueron ejecutados al intentar huir.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó el asesinato de al menos 460 personas en el principal hospital de El Fasher, calificando los hechos como “horrorizantes”. La Red de Médicos de Sudán aseguró que los combatientes de las FAR “asesinaron a sangre fría” a pacientes y personal médico. Los centros de salud se han convertido, según testigos, en “mataderos humanos”. En tanto, la población civil denuncia que no hay alimentos, medicamentos ni forma de escapar, mientras los precios del maíz y el mijo se han disparado a niveles inalcanzables.
La ONU y organizaciones humanitarias advierten que el hambre se está utilizando como arma de guerra. UNICEF alertó que El Fasher se ha convertido en “un epicentro del sufrimiento infantil”, donde niños mueren por desnutrición y los servicios médicos están bloqueados. Desde el inicio del conflicto, más de 600,000 personas han sido desplazadas, mientras Sudán enfrenta además su peor brote de cólera en décadas, con más de 96,000 casos sospechosos y 2,400 muertes.
El conflicto se enmarca en la lucha por el poder entre el ejército sudanés, dirigido por el general Abdel Fattah Al Burhan, y las FAR, lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, “Hemedti”. El ejército mantiene el control del norte y el este del país desde su cuartel en Puerto Sudán, mientras que las FAR dominan gran parte del oeste, incluyendo casi toda la región de Darfur. Analistas advierten que la caída de El Fasher podría llevar a una posible partición de Sudán, ya que las FAR consolidan su dominio territorial.
La violencia en Darfur tiene raíces étnicas y políticas que se remontan a décadas. Desde 2003, la región ha sido escenario de limpieza étnica contra comunidades africanas como los fur, zaghawa y masalit, perpetradas por milicias árabes apoyadas por el gobierno, conocidas entonces como los janjaweed, antecesores de las FAR. La Corte Penal Internacional ha acusado a varios líderes sudaneses de crímenes de guerra y genocidio por aquellas masacres.
Además del trasfondo étnico, el conflicto también tiene una dimensión económica y geopolítica. Darfur posee vastos recursos naturales, incluyendo oro, petróleo y uranio. Expertos de la ONU señalan que el oro es una fuente clave de financiamiento para las FAR, y que controlar El Fasher garantiza acceso a rutas comerciales hacia Libia y Chad, esenciales para el contrabando de armas y la exportación de minerales.
El papel de actores internacionales agrava la situación. En marzo, el gobierno sudanés presentó una demanda ante la Corte Internacional de Justicia contra los Emiratos Árabes Unidos, acusándolos de apoyar militar y financieramente a las FAR y de ser “cómplices del genocidio”. Los EAU negaron las acusaciones, pero investigaciones de la ONU sostienen que existen pruebas creíbles de que el país ha suministrado armas a las FAR a través de Chad. Mientras tanto, la población de El Fasher continúa atrapada en una ciudad devastada por el hambre, la enfermedad y la guerra.






















