La Selección Mexicana Mayor dejó una imagen preocupante tras caer en un partido donde la falta de actitud pesó más que el marcador.
Desde el gol de Jhon Lucumí al minuto 16, el equipo se mostró desorganizado, sin liderazgo ni ideas claras. Aunque la posesión fue favorable, México no generó peligro y transmitió una sensación de apatía generalizada.
Más allá de los errores tácticos o defensivos, el verdadero problema fue la ausencia de compromiso. No se percibió orgullo por la camiseta ni hambre de victoria.
La derrota abre una reflexión profunda: ¿fallan los planteamientos, los jugadores o la mentalidad? Probablemente las tres.
Porque en el fútbol, perder es parte del juego, pero rendirse jamás debe ser opción.






















