La Selección Mexicana volvió a encender el debate nacional al empatar 1-1 contra Ecuador, pero lo verdaderamente impactante no fue el marcador… sino la decisión radical del cuerpo técnico: cambiar absolutamente todo el cuadro titular.
Una rotación completa que pocos entrenadores en el mundo se atreverían a hacer en un partido de este nivel.
Más que un capricho, fue un mensaje: México empieza a pensar en el “mañana”, apostando por jugadores con hambre, intensidad y personalidad. Jugaron sin miedo, compitieron y demostraron que hay banca y talento.
Sin embargo, la etapa de pruebas debería haber quedado atrás. La afición exige resultados, solidez y una identidad clara. Por eso este movimiento genera lecturas divididas.
El empate sabe a poco, pero el mensaje es contundente: el que no rinda, se va. Sin vacas sagradas ni conformismos, la selección construye un proyecto donde el mérito pesa más que el nombre.
Si esta valentía se mantiene, México puede llegar al Mundial 2026 con un plantel más competitivo, completo y justo.






















