LAS VEGAS. Tyson Fury comprende que los boxeadores más memorables son también promotores talentosos, y él ha sabido vender el último combate de su trilogía de peso completo ante Deontay Wilder con la capacidad de un empresario.
El campeón británico invicto se ha burlado y alterado a Wilder a lo largo del desarrollo de su confrontación culminante por el título mundial de los pesados de la CMB el sábado por la noche en Las Vegas, generalmente haciéndolo con el pecho al desnudo vistiendo una chaqueta hecha a la medida.
La confianza y carisma de Fury en las presentaciones públicas de ambos púgiles a lo largo del proceso extendido rumbo a este fin de semana han convencido a muchos en el mundo del boxeo de que están por ver otra coronación —y una vapuleada más violenta.
Él se niega aceptarlo y va a ser noqueado. Su legado es poco. lo noqueé y ahora lo voy a retirar”, aseveró Fury.
Sin embargo, detrás de la teatralidad promocional de Fury se encuentra un trasfondo de frustración.
Fury está harto de las estrafalarias excentricidades de Wilder y un poco fastidiado por las intrigas boxísticas que lo obligaron a una tercera edición de una pelea que de antemano ha ganado dos veces. Si bien Fury confía en sus habilidades superiores, saber que el poder de un golpe de Wilder es formidable, lo que pone en riesgo que todo su esfuerzo desaparezca en un instante.
Y si bien Fury (30-0-1, 21 nocauts) ganará millones de dólares por esta función en pago por evento en la T-Mobile Arena en el extremo sur de The Strip de Las Vegas, la insistencia de Wilder de realizar una revancha impidió que Fury pactara el combate que realmente deseaba contra el también campeón británico Anthony Joshua.
Fury también siente cierta empatía, dado que cree que Wilder (42-1-1, 41 nocauts) está lidiando por algunas de las mismas batallas de salud mental que Fury enfrenta día con día, problemas que llegaron a amenazar con descarrilar su carrera por completo mientras se dirigía a la primera pelea de esta trilogía.