Hilario Reynosa, conocido por sus vecinos como Don Layo, escuchó la embestida del agua desde el fondo de su casa en Poza Rica, Veracruz. En cuestión de minutos, una corriente desbordada derrumbó muebles y paredes. Junto a su esposa, Elodia Reyes, a quien todos llaman Doña Elo, intentó resistir la fuerza del agua que avanzaba sin control. Cuando el ropero se desplomó, Don Layo solo atinó a decirle que se aferrara a su cuello con todas sus fuerzas.
La pareja, que lleva 26 años viviendo en la misma casa, se convirtió en símbolo de supervivencia tras las devastadoras inundaciones que afectaron a cinco estados del centro de México —Veracruz, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo— y dejaron al menos 70 personas muertas. Don Layo había construido su hogar con madera y lámina, comprando los materiales poco a poco con lo que ganaba como pescador. Aquella madrugada, la corriente subió desde sus rodillas hasta el pecho, arrastrando piedras y escombros con una velocidad inverosímil.
“Mi prioridad era ella”, relató Don Layo en una videollamada, aún afectado por la tragedia. Al intentar salir, descubrieron que el callejón estaba completamente inundado. El pescador se sujetó del portón de una casa vecina mientras sostenía a su esposa, quien no sabía nadar. Sin embargo, la fuerza del agua los separó. “La sostuve, pero el agua me la arrancó”, recuerda con voz entrecortada. Durante varios minutos buscó desesperadamente entre el lodo y los escombros, hasta que un vecino le gritó que había visto a Doña Elo flotar a lo lejos.
Gracias a la luz del amanecer, Don Layo logró distinguir la cabeza de su esposa entre las aguas turbias. En ese momento pensó que ya la había perdido, pero al verla aferrada a un compresor blanco de aire acondicionado, entendió que aún había esperanza. Con la experiencia de años de pesca, supo leer la corriente y se lanzó hacia ella. “Me fui por todas las cercas, me metí entre dos postes para llegar a ella”, relató. Pese a tropezar con una varilla, logró liberarse, alcanzar a Doña Elo y colocarla sobre la caja blanca que la mantenía a flote.
En videos difundidos en redes sociales, se observa a Don Layo abrazando a su esposa con fuerza, mientras ella lo rodea por la cintura. En medio del frío y el cansancio, él la ayudó a sentarse y le sobó las piernas para que recuperara el calor. “Ahí sí volvimos a nacer los dos”, dijo mostrando los hematomas que el agua le dejó en las piernas y el abdomen. Poco después, dos hombres en una lancha los rescataron y los trasladaron a una casa vecina que ofreció refugio.
Su vivienda quedó reducida a barro y escombros, pero ambos solo agradecen haber sobrevivido. Como ellos, decenas de familias en Veracruz y otros estados intentan recuperarse tras la tragedia, mientras docenas de personas permanecen desaparecidas. Don Layo y Doña Elo, ahora refugiados temporalmente, simbolizan la resistencia y el amor en medio de una de las peores inundaciones que ha vivido la región.






















